SOLO PARA PERSONAS QUE BUSCAN LA EXCELENCIA
“El fracaso es la oportunidad de comenzar de nuevo con más inteligencia”.
Henry Ford
La fe en sí mismo y en lo que hacemos, el amor propio o autoestima, la humildad para aprender de los errores cometidos y la voluntad son remedios infalibles contra el fracaso. Los requisitos indispensables para lograr el triunfo son: nuestros ideales, nuestros sueños, la acción; la perseverancia y una visión positiva de las cosas.
Los pensamientos positivos acompañados de la acción nos llevan a la grandeza. Los pensamientos negativos acompañados del miedo al riesgo conducen indefectiblemente a la miseria, a la indignidad, al sometimiento, a la individualidad, a la desgracia y, en no muy pocos casos, a la deshonestidad, a la pérdida de valores y al fracaso.
Entre nuestros pensamientos, nuestros sueños y la necesidad de acción se interponen siempre el temor a la crítica y al rechazo. Cuando ese temor es más poderoso que el sueño y la acción, inevitablemente aparecen en nuestras vidas el estancamiento, la adversidad y la ruina.
Lamentablemente durante la etapa de formación la sociedad prepara a los individuos para el triunfo pero no para el fracaso. En la vida cotidiana, sin embargo, son más frecuentes el fracaso y el fracasado que el éxito y el triunfador, la pobreza es más generalizada que la riqueza, y la desilusión más recurrente que los logros. Es necesario enseñar a superar la pobreza, pero también a sobrevivir a las desilusiones y a sacar provecho de las equivocaciones que es donde radica la riqueza del triunfador.
Cuando creemos haber fracasado en algún propósito surgen el desaliento, la desesperación, la falta de energías y la desesperanza. El lado bueno del fracaso surge en quienes tienen la visión suficiente para aprender y la fortaleza para levantarse, sacudirse el polvo y seguir luchando hasta obtener el beneficio esperado. Desafortunadamente esta no es la actitud de la generalidad quienes después de haber caído se sienten pusilánimes, indefensos e incapaces de retirar la mano de la candela. En tales circunstancias el fracaso debe ser nuestro maestro de cabecera y no nuestro verdugo.
Ejemplar la parábola del gran periodista norteamericano e inolvidable escritor Mark Twain: “Debemos poner mucho cuidado en extraer las lecciones adecuadas de nuestras experiencias para no hacer lo del gato que se sentó en una estufa caliente. Porque el gato que lo hizo no volverá a sentarse jamás sobre una estufa encendida, pero tampoco lo volverá a hacer sobre una estufa apagada”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario