miércoles, 30 de abril de 2008

LA VIDA SIGUE SIENDO UN TANGO
“Con las nuevas tecnologías de la comunicación el maestro debe estar por encima de los conocimientos del estudiante, y no al revés, porque entonces pierde el calificativo de maestro”. Leonardo Rivera Pérez
Animales como las ostras, las gambas de mar y algunas especies vegetales superiores son hermafroditas es decir, tienen la facultad de cambiar de sexo. En alguna oportunidad una simpática animadora de televisión española argumentaba que si este tipo de animalitos pudieran hablar, y uno de sus hijos preguntara “¿tu eres mi padre?” con toda seguridad podría contestar: ‘por hoy, porque la semana entrante seré tu madre’.

Miguel Ángel Cornejo afirma: “Vivimos la era del “no esfuerzo”. Es la era del amor ligero: de romances que se inician y terminan en unas cuantas horas, del sexo rápido y sin compromiso, del robar porque lo necesito, del matar porque me estorbas, de una moral ligera en donde cada quien diseña su propio código de conducta”.

Hay cosas que nos diferencian de los animales irracionales pero desafortunadamente cada día nos semejamos más. Recientemente, de un colegio femenino fueron expulsadas dos alumnas por realizar prácticas de lesbianismo. Las alumnas demandaron y la ley les concedió el derecho a la igualdad ordenando a los directivos de la institución su reintegro inmediato. Unos días después, cuando retornaron al colegio, el 100% de sus compañeritas por iniciativa propia protestaron con pancartas y gritos de rechazo al lesbianismo y a las malas costumbres. Hubo lágrimas y asombros. Los padres de las expulsadas, la abogada, la defensoría del pueblo y los medios de comunicación se lanzaron en su defensa, haciendo apología del derecho individual, y amparados en los conceptos de igualdad, libertad, libre desarrollo de la personalidad, tolerancia y otras cosas. No primó el interés general sobre el particular puesto que no se tuvo en cuenta el derecho que también asiste a la mayoría de reclamar una formación acorde con sus costumbres, creencias y principios. Durante los últimos años han sido varias las reivindicaciones en algunos países del mundo de quienes ejercen prácticas homosexuales, las cuales se realizan desde siempre en forma soterrada y relativamente oculta a los ojos de la mayoría, pero una cosa es crear espacios para la convivencia y otra muy distinta convertir las aulas de clase en burladeros.

Y es que en asuntos de educación, se ha recurrido al extremo de preguntar a los alumnos qué tipo de formación quieren que se les aplique, y se está volviendo cotidiano que sean los alumnos, los medios de comunicación y los padres quienes impongan, según su corazonada, lo que consideran que deben hacer los colegios y las instituciones. De poco sirve la formación de docentes con títulos de maestría y doctorado si solo tienen aplicabilidad para la transmisión a medias del conocimiento, pero no para implantar criterios de crecimiento orientados hacia el desarrollo saludable y sostenible de la personalidad. Ese desarrollo necesariamente implica la preservación de la familia como unidad social (a pesar de los cambios y de las tendencias modernas), la responsabilidad de los actos individuales ante la comunidad, la garantía de desarrollo general y la preservación de la población.

Sigue siendo lamentable que a pesar del inmenso desarrollo tecnológico iniciado a partir de mediados del siglo XX, en materia de comportamiento hayamos avanzado tan poco, como ya desde 1936 lo sentenciara el maestro y compositor Argentino Enrique Santos Discépolo, en su inmortal tango Cambalache:

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también; que siempre ha habido a chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao... Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón! Mezclaos con Stavisky va don Bosco y la Mignon, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un bandoneón.

Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no roba es un gil. ¡Dale no más, dale que va, que allá en el horno nos vamos a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que trabaja noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata que el que cura o está fuera de la ley”.

Leonardo Rivera Pérez

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