Goethe
Este ciclista norteamericano nacido en Dallas-Texas Estados Unidos se inició profesionalmente en el año de 1992 pero durante su carrera profesional fue diagnosticado de cáncer. En 1996 sus médicos le detectaron 23 manchas en sus pulmones y le pronosticaron que tan solo viviría durante tres o cuatro meses más. El cáncer se detectó en un testículo y luego se propagó a los pulmones, el vientre, y el cerebro. Fue sometido a tratamiento mediante varias intervenciones quirúrgicas acompañadas de quimioterapia la cual, como es frecuente, le causaba náuseas, caída del cabello, dolores insoportables, insomnio, pérdida del apetito, decaimiento y malestar general. Después de dos años de intenso martirio en una clínica de Indianápolis, Armstrong retomó un día su bicicleta para dar un pequeño paseo pero al caer exhausto al suelo sintió que tal vez debía renunciar a su carrera deportiva. No obstante su enorme fuerza de voluntad lo llevó a reanimarse para volver a conquistar grandes triunfos. A partir del año de 1999 se ganó el Tour de Francia durante siete veces consecutivas. En algún momento ante una pregunta malintencionada de un periodista sobre qué tomaba para poder ganar siempre, la respuesta de este extraordinario hombre fue: “Tomo la bicicleta siete horas diarias y me esfuerzo en dar lo mejor de mi”. En otra oportunidad afirmó: “Muchos se quedan perplejos cuando digo que el cáncer es lo mejor que me ha pasado en la existencia. De hecho, me dejó grandes regalos: Humildad, confianza, coraje, amor a la vida y a los que me aman”.
Hay muchas cosas que se pueden aprender de los grandes líderes pero la mayor enseñanza es que antes de pensar en dominar, en avasallar, en aplastar y querer lograrlo todo, es preciso aprender a cultivar los valores del espíritu para alcanzar los triunfos que nos proponemos.
El mejor secreto para triunfar es cultivarnos a nosotros mismos. Es manejar el arte del autocontrol, es el fijarnos metas pequeñas y esmerarnos por cumplirlas. Es tener presente que antes de rehacer el mundo necesitamos rehacernos primero a nosotros mismos. Es reconocer también que el pensamiento traducido en sueño y acción son los pilares básicos del triunfo y que la perseverancia y el buen juicio son el combustible que nos mantienen dirigidos hacia el logro.
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