viernes, 23 de octubre de 2009

El elefante y otros animales

Un chico a quien le gustaban mucho los circos un día observó que un elefante, a pesar de su peso extraordinario y fuerza descomunal, permanecía atado mediante una cadena a una pequeña estaca que ni siquiera estaba anclada en el piso. Simplemente el elefante permanecía ahí, de pie, balanceándose de un lado hacia el otro sin la vigilancia de nadie. ¿Por qué no escapaba? Inquieto con la pregunta el chico se ingenió la forma de hablar con uno de los empleados del circo quien le contestó que simplemente el animal había sido amarrado desde muy pequeño a esa estaca la cual anclaban muy bien, pero que con el paso del tiempo se había acostumbrado hasta el punto que ya no hacía el menor intento por escapar.

Muchos son los ejemplos de perros, focas, ballenas, delfines, leones, loros, caballos y en fin, una gran cantidad de animales que terminan respondiendo instintivamente de manera similar a estímulos externos para hacer de manera repetitiva lo que se les impone. Son los denominados condicionamientos de Pavlov.

Los seres humanos no escapamos a esa tendencia. Somos el resultado de la inclusión genética que nos heredaron nuestros antepasados y por eso decimos que somos así porque así fueron nuestros abuelos, o nuestros tíos etc. Igual sentimos el lastre de experiencias negativas vividas durante nuestra infancia las cuales determinan en gran medida nuestro comportamiento y para rematar, nos sentimos atrapados por los condicionamientos que recibimos de la sociedad, de quienes nos rodean, de quienes nos “educan” o nos administran.

Por fortuna hay algo muy importante que nos hace diferentes de los animales. Es la capacidad de raciocinio que nos permite mirar hacia adentro para saber que todos poseemos un potencial extraordinario para superarnos, para cambiar el concepto que tenemos de nosotros mismos, para manejar nuestra vida superando las ataduras del pasado y los paradigmas, marcos de referencia o creencias que se nos impone desde afuera. Como seres pensantes y dotados de voluntad, podemos y debemos definir el camino que queremos seguir para ser felices de acuerdo con la hoja de ruta que nos hemos fijado. Ya no es dable justificar nuestra manera de ser por los patrones genéticos, ni por las desgracias o distorsiones de personalidad que hayamos tenido que padecer durante nuestros primeros años. Tenemos que convencernos de que somos dueños del ahora, de nuestro presente, de nosotros mismos. De nadie más es la responsabilidad de lo que queremos ser, a menos que estemos afectados por alguna enfermedad que solo sea del dominio de especialistas en medicina neuronal, psicológica o psiquiátrica.

Bueno es sacar tiempo de manera recurrente para meditar, para pensar para dónde vamos y qué es lo que queremos, cuál es el estilo de vida que necesitamos y con qué nos comprometemos antes de que la sociedad y las ocupaciones nos absorban y caigamos en cuenta más bien tarde, que todo lo perdimos por andar corriendo detrás de las apariencias.

No hay comentarios: